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lunes, 20 de agosto de 2007

El Tratamiento

El ser una persona que sufre de TOC (Trastorno obsesivo-compulsivo) no me ha impedido ser un científico cuántico de renombre.

Por otra parte, ser un científico cuántico de renombre si me curará el ser un maniático que no puede contener la necesidad de ver por la ventana hacia la cabina de teléfono que está cruzando la calle.

Según la definición más simple, el trastorno obsesivo-compulsivo es un trastorno de ansiedad en el cual las personas son afectadas o son limitadas en el funcionamiento diario a causa de obsesiones y compulsiones.

Las compulsiones son actos mentales repetitivos que la persona se siente impulsada a realizar en respuesta a una obsesión, o conforme a reglas que deben ser aplicadas rígidamente. Las compulsiones tienen el objetivo de reducir la angustia o de prevenir algún suceso o situación temida. Sin embargo, estos comportamientos o no están conectados de manera realista con lo que están diseñados a neutralizar o prevenir, o claramente son excesivos. Compulsiones comunes son el lavarse las manos, el ordenar, el chequear, el rezar, el contar y el repetir palabras silenciosamente.

Una compulsión no tan común es observar fija y detenidamente la cabina telefónica enfrente de mí. Y sin embargo, eso es lo que yo hago. Aún no he identificado que angustia o situación temida es la que trato de reducir o prevenir, pero de un momento a otro, tengo la necesidad de interrumpir todo lo que estoy haciendo para voltear a ver esa cabina. Me produce una sensación de tranquilidad el verla ahí, a veces con gente, a veces sola, y hace que me calme y vuelva a concentrarme en mi trabajo. Sin embargo, esa dependencia es desesperante.

Lo he intentado todo. Siquiatras, psicofármacos, terapias, y nada ha surtido efecto.

Afortunadamente para mí, mi dormitorio y mi lugar de trabajo están en el mismo sitio. De no ser así, me vería en graves problemas cada vez que, a mitad de la noche, despierto angustiado y sudoroso con la necesidad de ver mi cabina.

¿Por qué digo que me curaré gracias a ser un científico? Porque precisamente hace un mes, al estar viendo la cabina, apareció dentro un hombre viejo que me pareció familiar, pero que no reconocí inmediatamente. Mi asombro fue mayúsculo, al ver que aparecía de repente, sin entrar de ningún lado. Fue no-estar un instante, y al siguiente, estar. En cuanto apareció, inmediatamente me buscó con la vista, como si supiera a donde dirigir la mirada. Al verme, me hizo señas de acercarme. Mi curiosidad era tal, que superó la necesidad de seguir viendo y, saliendo a la calle, me acerqué a la cabina.

Mientras me acercaba, el rostro del hombre fue tomando forma y ganando rasgos en mi memoria, por lo que cuando me dijo quien era, no me tomó por sorpresa. En pocas palabras, me dijo que era yo, viniendo de cuarenta años en el futuro. Obviamente mi razón ponía todo en duda, pero, por otra parte, yo lo vi aparecer y el parecido era asombroso.

Me dijo que dentro de un año, tiempo actual, el gobierno me propondrá hacer una serie de investigaciones temporales, que tendrán éxito. Tanto, que el viaje en el tiempo será posible. Incluso me mostró el premio Nóbel que ganaré.

Cuando le sugerí que fuéramos a "nuestra" casa, me dijo que no, que el dispositivo que usaba para viajar estaba acoplado solo a la cabina, y que no podía salir de ella. Me confió que utilizó precisamente la cabina, dado que sabía que lo más seguro era que yo la estuviera observando.

El dispositivo que usó para el viaje era solo un prototipo, porque no contaba con el combustible suficiente para hacer funcionar algo más grande. Tenía que estar acoplado a algún elemento que existiera en ambos tiempos, y que estuviera al aire libre.

Conforme pasaba el tiempo, mi necesidad de ver la cabina desde mi ventana iba aumentando, y así se lo hice saber. Me dijo que no me preocupara, que llevábamos veinte años totalmente curados, gracias a un tratamiento experimental que tomaré dentro de veinte años. Sacó una pequeña botella con un líquido azul metálico, y, siempre el dentro y yo fuera, me hizo tomarla. Como a esas alturas no podía desconfiar de mí mismo, bebí el líquido. Aunque con cierta aprensión, terminé el contenido de la botella e inmediatamente deje de sentirme angustiado.

¡Estaba curado! Me sentí como nunca me había sentido antes. Sin embargo, me dijo que el efecto solo era temporal, no más de un año. El tratamiento completo requería mucha más cantidad del líquido azul. Eso me desilusionó un poco, y al mismo tiempo, me hizo reclamarle el por qué no había traído todo el tratamiento desde un principio.

Esto lo llevó a confesarme el motivo de este primer viaje. Me dijo que, después de los devastadores efectos de la última guerra atómica, la energía nuclear había sido prohibida, y todos los elementos radioactivos enviados al sol. Desafortunadamente, el plutonio es el combustible que hace posible el viaje en el tiempo, ya que solo una reacción nuclear libera la suficiente energía.

Este primer viaje lo realizó con una pequeña muestra que obtuvo de un museo de historia antigua. Y el motivo de este viaje era pedirme que le consiguiera más plutonio, ya que con lo que tenía solo había podido enviarse el y la pequeña muestra de líquido en este primer viaje, y por no más de una hora. En cuanto tuviera más, podría hacer un dispositivo más grande, mandar cosas de mayor tamaño, y en general, hacerme la vida más fácil.

Me dijo que después de este viaje, le quedaba combustible suficiente para otro más, pero de duración menor. Lo máximo serían cinco minutos, tiempo suficiente para que yo le entregara el plutonio. Después de esos cinco minutos, en su tiempo no habría posibilidad de hacer otro viaje. Cuando le pregunté por qué no había distribuido mejor el combustible para hacer un segundo viaje mas largo, me dijo que, conociendo mi carácter escéptico, necesitaba mínimo una hora para convencerme de la verdad la primera vez. Convenimos en que su siguiente viaje sería en un mes de mi tiempo, aunque él lo haría en cinco minutos de su tiempo. Consideré que un mes era suficiente para conseguir el plutonio para mis "investigaciones".

Justo en ese momento, una alarma de su reloj empezó a sonar, y todo lo que había en la cabina empezó a desvanecerse. Solo alcanzamos a confirmar la fecha y hora de la siguiente cita, siendo las doce horas la hora señalada, y desapareció.

Por eso, heme aquí, frente a la ventana, un mes después de esa entrevista. He conseguido, gracias a un permiso especial de la universidad, plutonio suficiente para iluminar tres ciudades por un año entero. No sé cuanto necesite o cuanto pueda llevar, pero prefiero estar prevenido.

Este último mes ha sido maravilloso. No he vuelto a mirar la cabina, he sido libre, duermo bien, puedo ver una película o un programa de televisión completo, incluso ahora puedo cerrar los ojos, olvidarme de todo...

¿Que hora es?... ¿doce y veinte?... No puedo haber dejado de ver la cabina tanto tiempo, tenía que estar al pendiente, ya pasó la hora fijada... De seguro ya vino y se fue, y yo tenía los ojos cerrados. ¡No! ¡El tratamiento!...

A partir de este momento, no voy a separar la vista de la cabina. A lo mejor puede hacer otro viaje y vuelve a aparecer. No voy a dormir, ni a comer, ni a trabajar. Día y noche montaré guardia frente a esta cabina, esperando el momento en que vuelva a aparecer con el tratamiento... Me tengo que liberar de esta maldita obsesión...

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