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martes, 21 de agosto de 2007

Leyenda

¡Yo soy el héroe! Mi caballo alado sangra por los costados, regando su sangre que se convierte en rubí. Quizá no lo logre, pero… yo soy el héroe. Tengo que lograrlo. Tengo que vencer la incertidumbre. Mientras camino por los bosques de árboles de espinas, cada paso implica nuevas heridas a mi cuerpo maltrecho, pero… yo soy el héroe. Mi espada flameante ni siquiera sirve para iluminar la oscuridad de la noche que me rodea. Los engendros y demonios que me acechan se ríen con sus colmillos afilados. Me observan con sus ojos rojos que sirven para ver en el infierno. Yo siento pena por ellos. Pena porque sé que me atacan no por ser malos, sino por la misma razón por la que yo soy el héroe. No sabemos ser otra cosa. No es ni bondad exacerbada ni maldad flagrante. Es solo que... yo soy el héroe. ¿Qué argumentista determinó mi papel? No lo sé. Solo sé que yo soy el héroe. En la bruma de la noche se respira el aire hechizado que alguna vez me dio fortaleza. Ahora solo siento frío en mis pulmones. No sé a donde voy... A lo lejos se ve una ciudad amurallada. Siento, más que sé, que es ahí a donde me dirijo. Tengo que llegar. El dragón que esclaviza la ciudad sale a mi encuentro y ruge con desgana. Él sabe, así como yo, que esta es una batalla perdida tanto para el como para mí. Sé que terminará como tantas otras, con una muerte más sobre mi conciencia. ¡Yo soy el Héroe! Los detalles, no vale la pena ni pensarlos. Este tipo de batalla se ha escrito ya tantas veces. Aún así,...yo soy el héroe. Mi armadura descoyuntada y herrumbrosa ya no sirve. Me tengo que despojar de ella mientras veo a lo lejos los peldaños del Palacio. El palacio no tiene el esplendor de todos aquellos que conquisté en pos de la justicia. Este se ve azul, vacío, seco de antiguas glorias. No quisiera subir sin antes descansar, recuperarme un poco, pero… yo soy el héroe. La aldea está muerta, vacía. Ni siquiera tiene el rastro de humanidad que le darían cuerpos o cadáveres. Solo un viento frío que silba a través de las casas vacías. La luna parece compadecerse de mí, e intenta iluminar mi sino. Su luz plateada da un tono patético a mi camino, y, sin embargo, agradezco el gesto. Desgraciadamente, a los héroes no se les dan tantas ventajas y... yo soy el héroe. Las nubes se agolpan ante la luna, como reclamándole su gesto. Ni un búho, no un ratón, ya no digamos una cucaracha. A esta distancia el palacio me recibe con una sonrisa macabra. Sus torres y paredes desnudas y oscuras me dan miedo, pero... yo soy el héroe. Ni una luz. ¿O sí? Quizá hasta arriba, donde rondarían los buitres si los hubiera. Mi travesía está llegando a su fin. Me voy acercando. ¡Ánimo! Yo soy el héroe. Sí es una luz. Subo los últimos peldaños con esperanza, siguiendo la luz. Al entrar veo su fuente, y mi alma sufre un descalabro. Cuatro cirios que alumbran el lecho mortuorio de la Mujer. Llegué tarde. No debería estar muerta. Esa flecha encantada no debería de haber cruzado su seno. ¡Era La Mujer! La sangre mancha su sudario y se esparce como un reguero de dolor en los campos asolados por el hambre y el frío. Y ahora, no sé que hacer porque... yo soy el héroe. Me arrodillo ante ella, y rezo por el alivio de nuestras almas. Arrodillado así recuerdo aquella noche en que velando mis armas me convertí en héroe. Y ahora... medito sobre lo que he de hacer. He fracasado como héroe. Quizá vaya con el hechicero y me convierta en su aprendiz. Pero soy muy viejo. Podría cantar mis antiguas hazañas acompañado de un laúd. O entregar mi alma a la búsqueda del Grial, o de la Piedra. Intentaría ser un erudito. ¡Saber! O un sacerdote. ¡Orar! Pero en el fondo de mi alma sé que estos son solo intentos desesperados de olvidar lo que siempre he sabido. ¡Yo soy el Héroe! Es lo único que puedo ser. Es lo único que sé hacer. Yo soy el héroe. Lloro por la Mujer. Porque su destino, al igual que el mío, estuvo trazado desde el principio de los tiempos. ¡Yo soy el héroe! Mi futuro es tan nebuloso como la vista desde las almenas del castillo. No tengo presente. Mi espada flameante se extingue, así como mi vida. Yo soy el héroe... Tengo que tomar la más grave de las decisiones. No tengo derecho a permanecer. El que a hierro mata, a hierro muere. Aún así, no empuñaré el hierro contra mi mismo, porque yo soy… ¡No! Yo fui el héroe, y si algo merezco, es morir como tal.

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